OPINIÓN: DIEZ RAZONES PARA COBRAR IMPUESTO A LA RIQUEZA
Mientras que a nivel nacional se está discutiendo la posibilidad de implementar un impuesto a las grandes fortunas, a nivel provincial y municipal también se está analizando la instrumentación de contribuciones extraordinarias para hacer frente a la crisis generada por la pandemia del COVID-19.
Por ejemplo, algunos municipios ya han dispuesto un aumento de las tasas que pagan las entidades financieras en concepto de seguridad e higiene, en tanto a nivel provincial se está discutiendo la posibilidad de aplicarles un aumento extraordinario en la alícuota de ingresos brutos, que incluiría también a empresas agroquímicas y proveedoras de Internet.
En dicho marco, desde el Instituto para el Desarrollo Económico y Social de Buenos Aires Stella Maldonado (IDESBA) de la CTA-T sostenemos que este tipo de contribuciones no sólo son necesarias para enfrentar la crisis sino que también son justas en términos sociales y económicos.
Por Andrés Wainer, Coordinador del Área de economía política del Idesba
A
continuación presentamos diez razones que justifican avanzar en esta
dirección:
El Estado tiene la obligación de garantizar la reproducción de la
población que habita el territorio nacional. En este sentido, los
aportes extraordinarios pueden contribuir a paliar los efectos de la
pandemia sobre el sistema de salud argentino y sobre la actividad
económica.
La sociedad argentina presenta elevados niveles de desigualdad
estructural que se han visto agravados en los últimos años. En el cuarto
trimestre de 2019 el 10% más rico de la población tuvo un ingreso 21
veces superior al 10% más pobre.
Los distintos proyectos que buscan grabar los patrimonios y/o el cobro
de impuestos extraordinarios afectan solo a los sectores más ricos y a
los más beneficiados por las políticas implementadas durante los últimos
años, como el sector financiero.
El sistema tributario argentino es fuertemente regresivo porque se basa
en la producción y el consumo; proporcionalmente pagan más impuestos los
que menos tienen (el IVA es el principal tributo nacional).
Los más ricos y las grandes empresas también se benefician de la acción
estatal, tanto de manera directa (a través de subsidios a las tarifas de
servicios públicos, ayudas para el pago de salarios, créditos
subsidiados, etc.) como de manera indirecta, al contribuir a la
reducción de la conflictividad social.
Es falso que los impuestos a los patrimonios y a sectores altamente
beneficiados afecten la inversión de las empresas. Estos solo reducen el
ahorro y/o el consumo de los sectores más acaudalados
En la última década la mayor parte de las ganancias de las grandes
empresas ha tenido como destino la fuga de capitales, con lo cual la
reinversión de las mismas ya era reducida. Además de afectar la
recaudación tributaria y el nivel de actividad, esta conducta
especulativa ha generado continuas presiones sobre el tipo de cambio
No es cierto que el consumo de los ricos "derrame" hacia abajo, ya que
en su mayor parte se trata de bienes suntuarios con un alto contenido
importado, por lo cual su contribución a la generación de empleo local
es muy reducida
Este tipo de gravámenes no sólo no afecta la inversión sino que podría
contribuir a mejorar las cuentas externas del país (reduciendo la fuga
de capitales y la demanda de importaciones) y favorecer la recuperación
de la actividad económica al redistribuir recursos que quedarían ociosos
hacia sectores que consumen la totalidad de su ingreso y que demandan
bienes mayormente de producción local
En última instancia, se trata de recuperar parte de la riqueza creada
por los trabajadores que es sistemáticamente apropiada por aquellos que
se enriquecen con su esfuerzo