LA PANDEMIA DE LA INSEGURIDAD

19.12.2020

Por Dr. Osvaldo Dameno


Desde hace ya muchos años la inseguridad se ha instalado entre las dos o tres preocupaciones más importantes de la población, junto a la pobreza, la inflación, el desempleo y la corrupción. Varias administraciones han manejado la seguridad provincial con diferentes improntas y lemas, mano dura, garantismo, mano justa.

Han conducido la seguridad desde políticos clásicos hasta ex militares guapos y diferentes clases de policías, profesionales científicos u operativos y de acción. Todos sucumbieron más temprano que tarde tumbados por una realidad implacable productora de hechos graves y desestabilizadores. El desviado, anómalo e ilegal funcionamiento de algunos sectores policiales no pudo ser erradicado, e incluso fue tolerado o compartido por algunas autoridades.

Ante cada crisis se ha recurrido a prometer más vigilancia, y más equipamiento, a relevar policías o a tomar medidas para la tribuna. Una característica generalizada es la ausencia de un plan de seguridad, que nadie nunca pensó ni diagramó. Otra es la ausencia de un acuerdo capaz de garantizar una política de Estado cualquiera sea el color del gobierno.

Han conducido la seguridad desde políticos clásicos hasta ex militares guapos y diferentes clases de policías, profesionales científicos u operativos y de acción. Todos sucumbieron más temprano que tarde 

Hoy, el crimen de Santiago, un joven excelente, músico, trabajador, esforzado en su propia capacitación, nos ofrece una paradoja. Él se desempeñaba en la universidad donde el hecho causó un gran pesar. Y justamente en la Universidad Nacional de La Plata se desarrolla, en el ámbito de la Mesa para una Ciudad Sustentable, un proyecto de participación ciudadana para la prevención de la violencia y del delito. Es decir para el tratamiento, morigeración o supresión de hechos como el que le costó la vida.

Ese programa implica una movilización de los recursos materiales y humanos de la sociedad en una tarea de capacitación, diagnóstico e intervención en los problemas de violencia y de inseguridad, con operadores locales, en una tarea diagramada y planificada, en colaboración con las autoridades.

Ese segmento de organización comunitaria es imprescindible y completa la prevención a todo nivel, la participación social y la generación de redes. Las instituciones platenses se han comprometido en tales fines y el plan tendrá un desarrollo decisivo en el año entrante, aún sin tener apoyo oficial.

Es una idea fecunda, digna de ser tenida cuenta y de ser incluida en los procesos oficiales. La comunidad merece esa participación, promovida en un proceso auténticamente democrático, de abajo hacia arriba, con buena voluntad, espíritu colaborativo, mente abierta y manos limpias.